Qué padre es cuando se puede convivir con los amigos o familia en una cena o una carnita asada y poder disfrutar de una rica y helada cerveza, o el drink de nuestra preferencia. Lo que no está padre es que esa rica y helada bebida cause un ataque de ansiedad fortuito y muy agresivo.
Jamás imaginé que un par de cervezas o copas de vino, o un shot de whisky se convertirían en un detonante más de mis ataques de ansiedad. Descubrí que el alcohol y la ansiedad son una mala combinación.
La primera señal
La primera vez que experimenté un ataque de ansiedad a causa de haber bebido alcohol fue hace tres años aproximadamente. Fue la primera señal. Bebí dos o tres cervezas durante una cena muy sabrosa en compañía de dos buenos amigos. Me fui a casa a descansar y en medio de la noche desperté súbitamente con una terrible sensación.
Estaba sudando a cántaros, tenía fuertes descargas de adrenalina, cambiaba de sentir mucho calor a sentir mucho frío en cuestión de minutos y el miedo característico. Jamás había experimentado una reacción tan agresiva de mi organismo durante un ataque de ansiedad. Yo ya había comenzado a padecer estos ataques, pero aún no había sido diagnosticada y beber un par de cervezas no había representado un problema para mí.
Después de tres horas de no saber qué hacer y sentir ansiedad en su máxima expresión, me quedé dormida. Obvio cuando desperté me sentía fatal, nuevamente empecé a sentir ansiedad y en general fue un día fatal para mí. Lo bueno es que era sábado y pude quedarme en casa todo el día.
La segunda señal
Un par de meses después unos compañeros del trabajo en el que estaba en ese momento organizaron una comida en casa de uno de ellos. Hubo carne asada, y todo lo que conlleva una comida de este tipo, y obviamente, había cervezas, tequila, ron, etc.
Me la pasé muy bien, comí delicioso y conviví con mis colegas muy a gusto compartiendo unas bien heladas cervezas mientras platicábamos. Me fui a mi casa y de nuevo el infierno se desató en la madrugada. Mismo patrón, misma sintomatología. Quería que alguien me matara en ese momento con tal de que esa sensación se fuera.
No pude hacer nada más que aguantarme y en la mañana estaba realmente mal. Y cuando digo mal, no lo minimizo, en realidad estaba como para que me encerraran o me sedaran. Por ahí de las 3 o 4 de la tarde la ansiedad se fue.
La tercera es la vencida
En aquellos meses mi vida social no era muy activa, casi no salía a divertirme, en parte por mi horario laboral y en parte porque mis problemas psicológicos tenían poco tiempo de haber comenzado y decidí aislarme de muchas personas. Por lo mismo, no relacioné al alcohol como un detonante de mis ataques de ansiedad. Y como entre la primera señal y la segunda había experimentado prácticamente a diario ataques menos agresivos, pero al final ataques, por eso tampoco vi la asociación.
Tenía que ocurrir una tercera señal para entender que el alcohol estaba en mi contra. Resulta que me animé a ir a un bar, un poco de mala gana, porque no tenía ganas de salir, pero decidí ir un ratito. El bar era un karaoke y hasta se podía bailar y me “enfiesté”. Bailé (cosa que me encanta hacer), canté “Detrás de mi ventana” en el karaoke (pero no le digan a nadie) y bebí cerveza. Vi que ya era tarde y decidí irme. Llegué a casa y por tercera ocasión se desató el infierno pero ahora desde que me acosté a dormir.
Comprendí que el elemento en común era el alcohol y supe que ya no podría seguir bebiendo si quería continuar en esta Tierra
Toda la noche, hasta las 7 de la mañana tuve la misma sintomatología, la misma ansiedad agresiva que las últimas dos veces. Lo único que pude hacer fue quedarme sentada en el suelo rogando porque se fueran todas esas sensaciones desagradables.
Comprendí que el elemento en común era el alcohol y supe que ya no podría seguir bebiendo si quería continuar en esta Tierra, porque los ataques eran tan fuertes que quién sabe hasta dónde me podrían llevar de seguir así.
Mala idea beber si tenemos trastorno de ansiedad
Decidí, por mi bien ya no beber nada de nada en ningún momento, o si acaso hacerlo muy ocasionalmente y de preferencia antes de las 9 de la noche, acompañando la bebida con alimentos y con mucha agua para desecharla cuanto antes de mi organismo. A, y claro, no más de una bebida o copa. Dos ya es demasiado.
Esto no significa que por ya no beber en las reuniones ya se me quitó la ansiedad. Para nada. Sólo disminuyo las posibilidades de sufrir un ataque. El trastorno sigue aquí y es algo que estará conmigo siempre, porque solo es controlable, pero no curable. Sin embargo se pueden hacer muchas cosas para evitar que los ataques sean constantes, como tomar un tratamiento psiquiátrico, comer alimentos con triptófano, hacer ejercicio, evitar el alcohol, entre otras.
¿Pero por qué el alcohol dispara mi ansiedad?
Me puse a investigar un poco y efectivamente, como todos sabemos, el alcohol altera nuestro sistema nervioso, y si se padece trastorno de ansiedad, las alteraciones son mayores y por eso vienen los ataques, aunque no es una generalidad. De hecho se recomienda que por nuestro bien, quienes padecemos trastorno de ansiedad, no bebamos alcohol, porque las cosas se pueden poner muy feas y les puedo decir que efectivamente se ponen MUY feas. Incluso mi psicóloga me sugirió evitarlo por completo.
Pero el alcohol también podría causar un ataque de ansiedad en alguien que no padece un trastorno psicológico, así que mi gente, midan su consumo, no vaya siendo que se me ataquen en algún momento; sin embargo, no es un factor determinante. Si quieren saber más los invito a leer mi artículo sobre la ansiedad y sus efectos, en el que les hablo sobre este trastorno.
No es grosería, ni ser aburrida
Por favor, en serio, si alguna vez me invitan a tomar una cerveza, no me tomen a mal si ordeno un refresco o agua. Es muy delicado para mí y lo único que hago es protegerme de sufrir un ataque de ansiedad. Y por favor no me insistan, no quiero ser grosera o tener que soltar todo mi choro mareador de ahorita para que entiendan por qué no puedo beber alcohol.
Yo decidiré si es una hora y momento idóneos para beber aunque sea una cerveza o un drink. Pero lo más seguro es que no lo haga. Eso no significa que no me divierta y que no me dé gusto estar acompañando a la gente que quiero.
Eso sí, los invito a que si beben, lo hagan con moderación y responsabilidad. No quiero enterarme después de que terminaron como calcomanía en un poste o en las puertas de otro coche por favor.
Sigan cuidándose y cuidando a los que aman.
Gracias por leerme.
Foto de portada: Tanya Peláez Ramírez